Quiero contar esta historia desde el principio. Cuando yo era pequeña, mi padre solía tener afición a la cocina, sobre todo a los postres. Yo siempre tenía que estar con él en la cocina, de pinche. Mi trabajo era enmantequillar los moldes, aunque lo que a mí me hubiera gustado era partir los huevos, separar las claras y ese tipo de cosas más molonas.
Mi hermana es seis años menor que yo, pero por el contrario, huyó siempre de la cocina y si le tocaba lo de enmantequillar, lo veía más como un trabajo que como una diversión. Al final desaparecía sin dejar rastro.
Ahora ya somos mayores y, por circunstancias de la vida, vivimos a diez mil kílometros de distancia la una de la otra. Y por esa cosquillita que da el crear postres, le ha entrado interés por la cocina. El problema es que, bien dicho por el argot coloquial, "no-sabe-ni-freir-un-huevo".
Dicho todo esto, tengo que señalar que en un primer momento no fue fácil explicar por medio de las videollamadas del messenger, aunque este fin de semana ya llegamos a la tercera receta, lo cual considero un éxito rotundo.
Pues eso, las entradas referentes a este tema van a tener las recetas reales que utilizamos y las fotos reales, de una persona inexperta con los postres. Mi labor será decir todas y cada una de esas cosas que no se dicen en las recetas, que sólo sabemos después de probar o de ver como queda el postre. Son cosas que teniendo la experiencia, das por sentado que se sobrentienden, pero que en verdad pueden significar el éxito o fracaso en la preparación.
Espero que esto sirva a otras personas, aunque desde luego nosotras nos lo pasaremos muy bien documentando nuestras experiencias.
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